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Aquí hay cine, rock, tv, historia, ciencia, temas de tendencias, comentarios de noticias, y mil cosas más que se me irán ocurriendo... Por otra parte hay más blogs, tengo uno de cuentos, otro es sobre las crónicas de nuestras guerras secretas, Además el de mis novelas, esos están allá a la derecha. Sean bienvenidos...

Friday, January 12, 2007

35. Superping



En LIZ: T menos cuatro

Poincaré veía la pantalla principal en la que se seguían los signos vitales de Michael. Nadie se había movido del cuarto de la PoliU, ni Sri Sol, ni el doctor Mistral. La tensión se estaba poniendo más de manifiesto en los tres, conforme pasaba el tiempo. Lo que al principio sería una interesante y rápida experiencia, se estaba convirtiendo en una espera angustiante. El cronómetro marcaba ya los dieciséis minutos de haberse iniciado la travesía digital. Nadie ignoraba que faltaban sólo cuatro para que Michael entrara en la zona de peligro.
El cuerpo inerte en la plancha se veía sudar aún con el aire acondicionado. Los controles relativos al estado físico estaban alterados en el sentido de agitación. El doctor Mistral se veía preocupado.
Sri Sol expresó lo obvio:
—Algo está pasándole…
—No te preocupes, Sol —le contestó Poincaré—, según sus ondas cerebrales, sólo ha estado soñando.
—¿Seguro? Se me hace raro en estas condiciones…
—Cosas más extrañas pasan…
Mistral intervino:
—Poincaré, esa seguridad tuya por la que andas por el mundo es la que me impresiona —el doctor se dirigió a Sri Sol—: Y tú, ¿ya lo conocías?
La aludida contestó:
—Me lo presentó Michael. Así me platicó que era —señaló al aludido que permanecía tranquilo—. Por lo que no fue sorpresa… su manera de ser.
Sri Sol también se sintió complacida por la repentina atención.
—Bueno, así soy, y qué —interrumpió Poincaré—. Yo ya lo sabía… —su tono de voz cambió—: ¡Alto! ¡No se muevan, esperen!
Su cara estaba transformada. Empezó a dar comandos con el teclado y a dictar en voz baja por el micrófono.
—¿Qué está pasando? —preguntó Sol, con evidentes nervios:
Poincaré le hizo una seña con la mano para que esperase. Con la otra tomó el micrófono y preguntó:
—LIZ, ¿qué pasa? Reporta en la pantalla…
El mensaje apareció casi de manera inmediata llenando la misma:

>> PERDIDO EL CONTACTO DEL VIAJANTE Y DEL AGENTE DE INFORMACION <<

>> NO SE ENCUENTRAN RASTROS DEL VIAJANTE Y/O DEL AGENTE DE INFORMACION EN NINGUNA BITACORA ACTUALIZADA. REVISADOS NODOS COMUNICANTES EN LAS 23 RUTAS PROBABLES DE VIAJE <<

>> ÚLTIMA POSICION RETRANSMITIDA: <<
>> REGISTRADA <<

>> DIAGNOSTICO: <<
>> EL VIAJANTE Y EL AGENTE DE INFORMACION ESTAN PERDIDOS <<
>> RECOMENDACION: <<
>> RECUPERACION INMEDIATA <<
>> DE NO HACERSE ASI, POSIBLE DAÑO MENTAL IRREVERSIBLE EN EL VIAJANTE <<

>> RECOMENDACION DE PROCEDIMIENTO A SEGUIR:

SUPERPING
SUPERPING
SUPERPING
SUPERPING <<


Poincaré habló sin ninguna vacilación:
—Escucha, LIZ, ¿cuánto tiempo tenemos?
La pantalla volvió a iluminarse de manera instantánea:

>> MENOS DE TRES MINUTOS <<


La cara de Poincaré quedó congelada. Pero el efecto no le duró más de dos segundos. Les explicó sin más:
—Como ya sabrán, no tenemos tiempo que perder. Primero, permítanme: debo hacer esto yo sólo…
El doctor Mistral y Sol se hicieron para atrás con cierto respeto, de manera inconsciente, viendo cómo Poincaré se transformaba de ser una persona de apariencia jovial, bromista y tranquila, a una máquina de eficiencia trabajando en su elemento, además, con una precisión insospechada.
Poincaré se colocó en la cabeza la vieja diadema micrófono-auricular con la que se sentía a gusto a la hora de comunicarse con LIZ. Al sentarse empezó a teclear y a hablar al mismo tiempo con la computadora, haciéndolo parecer todo como si fuera una rutina que ya llevara ensayada para estas ocasiones. Se dirigió a Mistral:
—Doctor, te pido que estés atento a los monitores de Michael. Podríamos necesitar reanimarlo. —Se dirigió a la chica—: Sol, si no vas a hacer nada más, te suplico… —la cara de Sri Sol palideció— …que le tomes la mano a Michael y reces por él. Mmm... señores, no es necesario decirles que esto va a ser muy… em, bueno, algo difícil…
La cara de Poincaré desmentía un poco el tono grave de su voz. Se sentía, más que verse, que le gustaba jugar, como él dijo alguna vez, al filo del cuchillo. Le gustaba la adrenalina. Mientras tecleaba, empezó a explicar:
—La situación es complicada, pero creo que tenemos una opción. Es arriesgada y extrema, pero es opción al fin y al cabo.
—¿Qué opción es esa? —Preguntó Mistral.
—No hay mucho tiempo, lo único que te digo es que, si Michael no está desaparecido (y estoy convencido que no lo está), entonces está perdido en la red. Y si está perdido es porque no tiene la dirección de regreso. De alguna manera la perdió… Bueno, pues, entonces, por lógica, lo único que podemos hacer en este instante es mandarle la dirección de regreso —señaló a la pantalla de la computadora—: La de LIZ, aquí presente.
—¿Cómo?
—¿Cómo? Con un superping...
Las caras de sus amigos mostraron, como de costumbre, la ignorancia de lo que Poincaré estaba hablando. Al fin, Sri Sol habló:
—¿Qué es eso del superping?
—Te lo voy a ir explicando una vez lo lance. LIZ, escúchame: Proceso Superping. Todo listo. Direcciones, rutas, atajos, passwords necesarios, si fuera necesario hacer cambio de prioridades del «paquete».
La pantalla contestó.

>> OBVIO <<
>> TODO LISTO. DA LA ORDEN <<


Poincaré ordenó con la mano en la diadema:
—Muy bien: ¡YA!
En la pantalla apareció no habiendo acabado aún de dar la orden:

>> SUPERPING EN PROCESO <<
>> RESPUESTA EN NO MAS DE 90 SEGUNDOS <<


El doctor preguntó:
—Lo del tiempo, así como lo estás presentando, ¿es muy preciso? Es decir, ¿son exactamente ochenta y cinco segundos tal como dice ahí —señaló hacia el cronómetro—, los que le quedan a Michael… de sanidad mental?
—Más o menos... No lo sé... No debemos correr riesgo ni abusar de alguna pequeñita reserva que tengamos por ahí. Podríamos lobotomizar a Michael sin proponérnoslo. ¿Y qué vamos a hacer con Michael de vegetal?
Sol emitió un gemido apagado. Volteó a ver, con la cara llena de temor, al cuerpo de Michael, lleno de cables para todas partes, y luego, a la mano de él. La apretó con fuerza.
Poincaré dejó el teclado.
—Ahora veremos si el proceso sirve de algo. Es lo bueno de esto… Los resultados se verán casi de inmediato… Claro, si son buenos o malos. Además, supongo que no podemos fallar… Me explicaré: bien, Michael en este instante está en conexión con LIZ a través de las conexiones hápticas y de su inducción cyberhipno. La parte fisiológica del asunto no sería problema si ésta fuera una sencilla prueba de cinco minutos como la de ir por ahí a visitar un site, con un agente de información como Cecilio, para luego volver con una experiencia, no lo dudo, enriquecedora…
Hizo una pausa para tomar un sorbo del agua color azul exótico, su bebida deportista, decía. Continuó:
—El superping es un procedimiento que lanza un paquete conteniendo la dirección de LIZ… que se dirige de tal manera a todas partes, a que barra a toda la Matriz… Cuando digo que es toda, es toda… ¿okey? —Revisó la pantalla y continuó—: Menciono que el superping es la única opción porque va hacia todas partes dentro de la Matriz… pero eso es de lo más ilegal que hay en este ambiente; por un lado, porque entorpece el tráfico normal de información, en ocasiones trastocándolo seriamente; y por el otro, es muy posible que todo mundo sepa también que nosotros fuimos los que lo lanzamos y, si eso se sabe, algunas personas que no nos quieren mucho puede que adivinen o intuyan tras de lo que estamos y quizá sigan nuestro rastro hasta aquí… ¿voy muy rápido?
La voz de Sol fue de ansiedad.
—Sigue...
—De cualquier manera, no nos quedan alternativas —Poincaré miró hacia el cuerpo de Michael—, ya dije, si no funciona como lo esperamos, tal vez nos quedaremos con una persona en estado vegetativo…
Mistral habló:
—Pero van a saber que fuimos nosotros… No entiendo, ¿cómo lo evitarás?
—El superping está disfrazado de ping normal, o sea, un señalizador que sirve para que una máquina o nodo diferente te reconozca y te conteste de manera similar. Es un proceso de sondeo, así lo hacen entre submarinos bajo el mar, y así lo hacen con las redes de comunicaciones, pero un superping, aparte que es más inteligente, busca un objeto que nosotros le describimos y evita los que no son.
Tomó otro trago y continuó:
—Cuando el superping encuentre al velodeslizador, la metáfora que elegimos Cecilio y yo, éste será el único objeto en la Matriz con el que va a realizar una transferencia de direcciones. Si por casualidad se encuentra con cualquier otro objeto distinto va a destruirlo, de ese modo no dejará rastros…
—¿Funcionará? —Preguntó una Sol, ya bastante nerviosa.
—No lo sé, nunca lo he probado… ¿qué no te dije que estaba prohibido? Lo sabremos, pues, en los próximos… —miró hacia el cronómetro—: treinta segundos…


En la Matriz: T menos dos

En una zona no determinada de la Matriz, un par de figuras en las sombras esperaban con calculada paciencia a sus próximas víctimas. Los tiempos habían sido benévolos para ellos. Habían llegado agentes perdidos que fueron, ¿cómo decirlo?, absorbidos dentro de ellos. Bueno, a casi todos, la única excepción fue la de los extraños de hacía poco tiempo.
El ser mas grande y oscuro aún tenía dudas de si sus mensajes de advertencia habían llegado a su destino. El otro ser con traje a rombos estaba en cuclillas haciendo el equivalente del relamido gatuno para su extraña especie.
—¿Sabes, Mesteño? Tengo hambre otra vez… ¿por qué siempre tengo hambre?
—No tengo idea, querida, el comer demasiado, tal vez ese ha sido siempre tu destino, el alimentarte de los muchos infelices de este mundo…
—¿Tú crees? Porque yo… —algo le capturó su atención— ¡hey! Espera… ¿qué es lo que viene ahí?
Arlene apuntaba hacia uno de los canales de traslado por el que Michael y Cecilio habían llegado, al parecer hacía ya una aeternidad.
Por el canal se veía llegar un bólido de luz, que de momentos parecía que se convertía en una especie de locomotora a velocidad altísima rompiendo las distancias, ó como si se hubiera forzado a todo un cometa viajar por un carril vehicular cualquiera.
El bólido electroluminoso era plateado en su totalidad, pero generaba destellos violetas encendidos, plateados y dorados. Pasaría frente a los dos depredadores digitales en cualquier momento.
—¡Mesteño, tengo miedo!
La voz de Arlene sonó como un chillido. La pieza de ajedrez le contestó con el mismo apremio:
—¡Tírate al suelo! ¡Pronto!
—¡Aahhh! —Gritó ella.
Por un instante no vieron nada. Todo alrededor de sus dispositivos visuales fue inundado por la luz. Un sonido tal como el que se siente al lado de una turbina de jet, y que hubiera ensordecido a cualquiera, los dejó muy aturdidos.
Al siguiente momento, todo había pasado. El tono de la luz en retirada había cambiado a uno violeta y, en un segundo, ya había mutado hacia un matiz azul, como si fuera parte de un efecto Doppler digital. El sonido se había achicado hasta confundirse con el ruido de fondo de siempre.
Arlene preguntó:
—¿Qué fue eso?
El Mesteño, con la mirada pensativa y viendo hacia el horizonte, le contestó con una seguridad no muy convincente y con un tono de respeto en su voz:
—Signos del Gigalipsis que quizá ya está cerca…
—Estemos amparados… abrázame, Mesteño.
La bestia miró al ser menor con algo que parecía ser ternura.
—No debo hacerlo, Arlene. Podría olvidarme de quién eres, de lo que significas para mí… podría devorarte, inclusive...
—No me importa. Abrázame, si es el Gigalipsis lo que sigue, como quiera desapareceremos, si no, confío en ti y en tu lealtad.
La abrazó. La devoró.
Ya solo, el monstruo se dijo a sí mismo:
—No importa. Otro día llegará otra... ¿Por qué me habría de importar…?


Hubo agentes de información perdidos yaciendo frente a sus datacápsulas rotas, al lado de majestuosos canales de información, que, como en escena bucólica de campesinos japoneses trabajando en sus arrozales, vieron un tren bala majestuoso color plateado moviéndose a toda velocidad, frente al cual sólo inclinaron la cabeza y fueron confundidos más en su existencia. Al mismo tiempo, fueron convencidos que atestiguaron otro signo más del Big Crunch. Pero ya eso estaba más allá de su propia desesperanza.


En los nodos comunicantes públicos y secretos el bólido causó daños de consideración porque, debido a sus especiales características, no se detuvo ni para registrarse en bitácoras, o para detenerse en los puentes, ni siquiera para hacer traducciones de protocolo. Es más, ni siquiera respetó ningún nodo, no teniendo por qué hacerlo, realmente.
Por fin, el superping llegó al filo de las zonas oscuras no registradas.
—Michael, ¿estás bien?
Al principio, el aludido no pudo contestar quizá debido a que estaba todavía asimilando, a como podía, por lo que había pasado y por lo que estaba pasando.
—Sí, sí estoy bien…
—Verás que ya dejamos poco a poco la zona en la que avanzábamos a pausas… ya se siente de hecho, cada vez una mayor aceleración…
—¿Cuánto tiempo nos queda para llegar? —Preguntó Michael, dudoso.
—No te preocupes, el suficiente…
—Milena, me es difícil creerte, creo que es sólo un buen deseo de tu parte…
—Como gustes. En cualquier momento… puede pasar el milagro…
—¿Milagros? ¿Cómo puede un ser digital creer en…?
—¡Michael, agárrate de lo que puedas y cierra los ojos!
Michael reaccionó de manera inconsciente hacia donde se refería Milena y sólo alcanzó a ver una repentina luz gigante que venía hacia ellos con mucha velocidad. Cerró los ojos y ni siquiera alcanzó a reaccionar en agacharse. Sus últimos pensamientos fueron para Catherine y para Sol.
Poincaré había previsto que en el caso de que el Bólido del superping se encontrara de frente con cualquier paquete que no fuera el velodeslizador lo ignoraría, pero sabía que la cauda del cometa digital podría alterar al pobre paquete atravesado en su camino, hasta el punto de dejarlo inservible por el impacto… o de destruirlo en su totalidad.
Este no fue el caso.
Bólido y velodeslizador se encontraron de lleno. El impacto fue brutal. La luz se derramó por todas partes y el velodeslizador quedó lleno de toda la energía, potencia y luminosidad que fueran posibles, derramando destellos «eléctricos» por todos lados de su estructura metálica. El Bólido desapareció, integrado con el velodeslizador, quedando un aura extraña luminosa alrededor que terminó por deshacerse en pequeños reflejos morados.
La nave quedó detenida de momento. Por un instante Michael alcanzó a sentir que se le separaban las articulaciones, y se estremeció de pensar lo mal que la hubiera pasado si se hubiera soltado de las sillas. La zarandeada había sido de escala mayor…
Michael habló con cierta dificultad, acusando los efectos del golpe:
—Milena, sólo porque me tomé la molestia de agarrarme me salve de… ¿Milena?
Milena estaba sentada con la mirada al vacío. Michael vio cómo el velodeslizador refulgía de una manera distinta. También en ese instante, Michael se percató de que la piel de Milena estaba matizada de cierta manera, como si hubiera sido bronceada con una cantidad impresionante de luz solar.
—¿Milena?
Milena despertó como si nada.
«Tal y como lo hacía Cecilio», pensó Michael.
—Vámonos, Michael, no tenemos tiempo que perder.
—¿Ya estás lista? ¿Tan rápido? ¿Qué pasó?
—El velodeslizador acaba de ser recargado con la dirección de LIZ. No debemos tardarnos, pues aprovecharemos el caos sembrado de momento por el «superpaquete» para volver. Iremos por otras rutas… En marcha.
—Okey, como tú digas, pero...
—¡Allá vamos! ¡Sosténte!
Michael se sorprendió cómo el velodeslizador tomó una velocidad inusual. En cualquier instante el horizonte cambió de los usuales tonos rojizos a otros al principio ligeramente morados y azules, para después cambiar a los tonos más oscuros. Los canales empezaron a aparecer con sus tonos refulgentes tipo neón, dibujándose por todas partes tal como había sido a principio del viaje. Atrás quedaba por fin la gran muralla de fuego. El Infierno.
Dante volvía. Sin Virgilio, pero con Beatriz. Michael sonrió por el extraño cruce de ideas.


En la Matriz: T menos uno

Michael dormitaba pensando en Cecilio, en Milena y en todo lo que había pasado. Estaba contento de traer el cubo de cristal consigo y de que ya todo fuera a terminar, y eso era bueno, porque un cansancio real lo estaba dominando. Uno distinto del normal, y que era posible que estuviera relacionado al momento entreguista similar al que sintió cuando las garras del Kerberos lo estuvieron ahorcando.
Pero eso sucedió hacía como mil años.
—Michael, temo que no podemos cantar victoria todavía…
«Ésta Milena, aparte de adivinarme el pensamiento, me lo desmiente cruelmente», pensó Michael. Preguntó, tratando de dominar el tono de temor:
—¿Qué pasa ahora?
—Alguien nos está siguiendo. A toda velocidad…
—¿Puedes ver quién?
—Sí —hizo una pausa—, un Kerberos. El número tres, quizás. El que faltaba. Está lejos aún y a la velocidad que vamos no nos alcanzará, pero…
—Pero, ¿qué?
—Ya pronto llegaremos al puerto… y el problema es que él también llegará…
Michael tragó saliva, nervioso.

En LIZ: T menos 15 segundos

>> LLEGA PAQUETE CON VIAJANTE <<
>> PREPARADOS PARA RECIBIR <<
>>PUERTO DE COMUNICACIONES 114 SELECCIONADO ENTRADA LIBRE <<
>> ATENCION ATENCION <<
>> LLEGA AGENTE DE SEGURIDAD DESCONOCIDO TIPO KERBEROS
PUEDE CAUSAR SERIOS DAÑOS SI ENTRA AL PUERTO DE COMUNICACIONES <<


En la Matriz: T menos 15 segundos

Michael estaba muy preocupado.
—¿El Kerberos? ¿Sigue a la misma distancia?
Milena hizo una revisión e hizo un cálculo mental.
—Creo que sí… Como te dije, es posible que nos aborde en cuanto estemos llegando al puerto. Va a tratar de impedir que lleguemos con LIZ…
—¿Cuánto falta para eso?
Milena se veía segura de lo que estaba haciendo. Dijo:
—Nada. Ya estamos en el área de alcance de LIZ. Ya le comuniqué lo que está pasando. Por las características del Kerberos, no sé si podrán ayudarnos del exterior. Tendremos que actuar rápido cuando llegue el momento.
Michael sólo escuchaba. Se empezó a frotar los brazos.
El puerto de comunicaciones ya estaba a la vista. Michael se volteó para ver al paquete invasor que estaba cerrando la distancia con rapidez.
Llegando al puerto, el velodeslizador frenó e hizo contacto suave.
Milena ordenó gritando:
—¡Michael, baja tú primero! ¡Ten la bolsa! ¡Dentro está el cubo! ¡Rápido!
—¿Tú que vas a hacer?
—Mi objetivo es que llegues allá —señaló hacia la cámara de compresión en la que Michael había llegado en su inicio al espacio digital—, yo me encargo de detener a este tipo…
Michael se le quedó viendo, sin reaccionar, como sin poder comprender. Milena entendió al instante lo que le estaba pasando.
—¡Michael! ¡No entres en el freeze en este instante, por favor! —la voz llena de fuerza y firmeza lo sacudió.
Éste protestó:
—Espera, espera. No estaba entrando en…
¿A qué estaba entrando? Este no era momento para ponerse a discutir, Milena debía entender que estaban en un apuro, no se podía arriesgar la misión, no en este momento. No en este momento, no en este…
La bofetada no se hizo esperar.
Michael puso ojos de sorpresa al ver que ella le había golpeado.
—…en ningún trance.
—¿Estás bien? ¿Estás bien? ¿Cómo te llamas? ¡Contesta! ¿Cómo te llamas?
—M-M-Michael... Ya estoy bien…
—¡Corre! ¡Adelántate! ¡Yo te cubro! ¡Apúrate!
Michael obedeció. Volteó a ver qué estaba haciendo la agente digital. De alguna manera, ésta estaba arriba otra vez en la nave y había logrado que el velodeslizador empezara a andar marcha atrás. Cuando éste tomó impulso, ella saltó a la plataforma del puerto, cayendo con cierta gracia. El velodeslizador alcanzó a retroceder una poca distancia pero el paquete invasor del Kerberos llegó casi al mismo tiempo, lo cual generó una colisión considerable.
El impacto cimbró las estructuras y Michael, afectado en la carrera, cayó al suelo. Con el golpe, la bolsa se le soltó de las manos pero pudo recogerla de inmediato. Miró hacia atrás y sólo alcanzó a observar los restos del velodeslizador volando hacia todos lados. Se preguntó de manera ociosa si alguno de esos restos podría dañarle si caían encima de él, pero su pregunta no tuvo ninguna respuesta ya que los escombros no cayeron cerca. Se incorporó y siguió su carrera.
Milena venía detrás. Michael se volteó a verla, a localizarla y asegurarse de que estaba bien, pues no sabía si todavía podría soportar la pérdida de Milena aparte de la de Cecilio. Lo que vio le dejó petrificado. El Kerberos numero tres salía de entre los escombros del velodeslizador lento, pero firme.
Milena le gritó a Michael:
—¡No te detengas! ¡Entra en la cámara!
Si Michael recordaba bien la entrada, era el área que estaría frente a él. Sí, ¡ahí estaba!
Escuchó el grito de Milena. Se volvió a verla.
—¡Michael, recuerda el antivirus! ¡No te preocupes por mí! ¡Cuándo llegues a la tercera cámara, coloca el cubo de cristal en la interfaz, asegúrate de que esté bien conectado!
—¿Cómo lo voy a hacer? —Se preguntó, luego reaccionó—: ¿Tercera cámara? Era sólo una, ¿no?
—¡Olvídalo, no te preocupes, es intuitivo! ¡Luego toca los controles con ambas manos y recuerda, cierra los ojos!
—¿Y tú?
—¿Yo? Yo aquí me quedo... tengo algo pendiente…
Michael se le quedó viendo por un segundo, tratando de suprimir el impulso de ayudar a Milena, pero sintiendo el peso del cubo de información que traía en la bolsa. Contra su voluntad, siguió corriendo hacia las cámaras.
Al llegar a éstas, alcanzó a ver a la distancia cómo Milena, sosteniendo por un lado el metaformato y el metapassword por el otro, se preparaba para el combate con el Kerberos número tres.
«¿Y si son más Kerberos?», pensó Michael, «¿qué va a poder hacer ella sola?».
Llegó a la cámara y entró por la puerta angosta. La observó y comprobó sin sorpresa que estaba tal y como la había dejado al principio de su viaje, nada de detalles, sólo paredes lisas y metálicas, como de bóveda de banco, de acero inoxidable.
Lo que sí le sorprendió, puesto que no lo recordaba, era que había una puerta que conducía a otra cámara y, al mismo tiempo, alcanzó a entrever una tercera cámara más.
Nada más entró por la puerta, y de inmediato del extremo derecho de ésta apareció una cortina o puerta transparente como de cristal o de plexiglass, cerrándose detrás de él.
Esto desconcertó a Michael, sintiéndose por un lado más culpable: «Milena se quedó afuera...»
Haciendo acopio de fortaleza y entereza, recursos que estaban al borde de desaparecer, fue a la cámara siguiente. Estaba agitado y sentía que su pulso estaba acelerado de nuevo. De manera absurda, sintió sudor en el ambiente fresco. Al parecer el calor no se había quedado allá, en la muralla de fuego.
Entró en la segunda cámara. La puerta también se cerró. Escuchó un impacto detrás de él. Volteó con rapidez y se dio cuenta, con horror, que el Kerberos estaba golpeando la entrada. ¡Estaba venciendo la primera puerta de cristal a base de golpes!
La sangre de Michael se fue hasta los pies y, en menos de lo que un impulso nervioso llegase hasta sus piernas, se apresuró a alcanzar la tercera cámara, que aunque parecía estar a cinco pasos, se le hicieron kilómetros. Una vez dentro de la tercera cámara, la puerta de cristal también se cerró de inmediato.
«¿Y Milena? ¿No pudo? ¿O qué? ¿Estaría… muerta?». El pensamiento de Michael fue tan rápido que ni reparó en él.
Aunque ya había tres puertas entre el Kerberos número tres y él, el estar en la tercera cámara no aumentó su sensación de seguridad en lo más mínimo. No tenía idea de qué esperar ni de qué manera Poincaré o LIZ, lo pudieran salvar.
Volteó a ver los interiores de la tercera cámara. La segunda era copia de la primera, pero ésta ya no tenía puerta hacia una cuarta cámara. Observó que había dos tubos adheridos a la puerta y una superficie cuadrada prominente, cuyo tamaño era similar a una de las caras del cubo.
Michael intentó respirar con calma. No lo consiguió con la serenidad que requería, porque los golpes del Kerberos lo ponían cada vez más nervioso. La ansiedad hacía presa de él mientras sacaba el cubo de la bolsa con sumo cuidado. Tuvo una serie de pensamientos de duda tardías respecto al cubo: ¿Y si no fuera el que buscaba? ¿Y si hubiera habido un error y Cecilio se hubiera equivocado? ¿Y si fuera el indicado pero si no tuviera la información que necesitaba? ¿Y si se dañó cuando se le cayó hacía un momento?
Un golpe más estruendoso lo sacó del ensimismamiento.
Ya no sabía con certeza si estaba en un freeze o en una simple desconcentración más manejable. Cada vez más se adueñaba de él un sentimiento de desesperación.
Escuchó más impactos y vio con pasmo que la primera puerta se había vencido y que el agente de seguridad Kerberos ya estaba llegando a la segunda puerta…


En LIZ: T menos 13 segundos

La cara de todos se posaba en la pantalla principal de LIZ. La pantalla abrió fuego:

>> KERBEROS INTRUSO DENTRO DE PUERTO DE
COMUNICACIONES 114 <<
>> PUERTO DE COMUNICACIONES 114 SIN SEGURIDAD <<
>> REPITO: <<
>> PUERTO DE COMUNICACIONES 114 SIN SEGURIDAD <<



Mistral apretó los puños. Poincaré sólo veía la pantalla en silencio. Sol se frotaba las manos de nerviosismo. La angustia era contenida esperando el desenlace.


En la Matriz: T menos 13 segundos

Manipuló al cubo de varias maneras. Debía de pegarlo hacia la pequeña superficie cuadrangular prominente que sobresalía de la pared por la parte de enmedio, pero no había nada aparente que lo pudiera fijar a dicha superficie.
«¿Se autoadherirá…? ¿Tendré que sostenerlo con las manos…? ¿Por cuánto tiempo…? ¿POR QUÉ NO HAY UNA MALDITA INSTRUCCIÓN?»
Sonrió un poco, él era el que siempre bromeaba diciendo que las instrucciones eran sólo para los no iniciados, no para technotecas. Ahora imploraba por una pequeña instrucción o pequeña guía que lo iluminase.
Recordó a Milena. ¿Qué era lo que ella había dicho?
—¡Intuitivo…! Y qué es más intuitivo que pegarlo de esta manera contra toda lógica aparente… —dijo colocando el cubo contra la superficie vertical y rezando por que se quedara unido a la pared.
El cubo se adhirió con firmeza y sin dificultad, al soltarlo Michael. Éste vio cómo se iluminó de repente y como la sustancia adentro del mismo empezó a girar. Tuvo la idea de que la información ya estaba pasando hacia el interior de LIZ.
Por ese lado ya estaba tranquilo, pero su pensamiento volvía a Milena una y otra vez, ¿qué había pasado con ella? ¿Habría sido destruida… por el Kerberos?
Por un segundo había olvidado al Kerberos.
Michael empezó a verlo, fascinado de la furia que desplegaba el ser digital. No tenía idea de porqué o cómo podía arremeter con tanta fuerza. Se sentía hipnotizado al presenciar el derroche de violencia con el cual el Kerberos insistía en abrir esa segunda puerta.
La segunda puerta también cedió.
—¡Kerberos en las puertas!
Michael hubiera podido reír al decirlo, pero no ahora. Ahora no.
Con trabajo, empezó a quitarse de la mente el hecho de que el agente de seguridad Kerberos estaba a pocos golpes de alcanzarlo. Con rapidez, se dio a la tarea de examinar los tubos una vez más.
«¿Sería cómo con el cubo? ¿Algo sencillo? ¿Sólo con poner las manos y ya?», se preguntaba Michael con ansiedad. Un golpe más. La puerta no aguantaría otro.
Otra duda le atacó: «¿Qué pasaría si el cubo no terminaba de traspasar a LIZ la información y el Kerberos la interrumpiera? Tal vez esa fuera la razón por la cual el monstruo no cejaba de atacar…»
Otro golpe más fuerte. Michael miró hacia la puerta. Ésta estaba a punto de ceder. Michael, sin pensarlo, sacó el antivirus y lo miró. ¿Qué tanto lo podría detener? Milena, antes de su supuesta desaparición, ¿lo habría dejado herido o débil? Sólo habría una forma de saberlo y a Michael no le iba a gustar.
Vio el cubo. Seguía funcionando. Sintió que se estaba tardando demasiado la transferencia. Empezó a pensar que con sólo poner ambas manos en los tubos ya iniciaría la sesión de «descompresión» pero… y si el Kerberos llegase a entrar… ¿destruiría el cubo? ¿Y todo por lo que había pasado? ¿Y Cecilio? ¿Todo para nada? ¿Qué cuentas le hubiera rendido a Erasmo?
Más cuestionamientos. Pero el tiempo se acabó. El Kerberos acababa de destrozar la tercera puerta. Ya estaba dentro de su misma cámara. Este Kerberos se le hizo enorme. Al ver ya tan de cerca el fin, el que fuera, Michael decidió hacerle frente. Ya estaba cansado de toda esta locura. Se interpuso entre el cubo y el Kerberos.
Éste era imponente, alto, con brazos grandes, poderosos al parecer y confirmado por las tres puertas destrozadas, sin contar con la posible destrucción de Milena.
Ese pensamiento lo llenó de entereza. No sabía si podría morir ahí, en el espacio digital, en un puerto de comunicaciones anónimo de una computadora llamada LIZ en la PoliU, en Technotitlan. ¿Realmente todo esto estaba existiendo? ¿Un producto de una experiencia de realidad virtual, vuelta loca, y sin control? ¿O resultado de estar de manera prolongada dentro de un tanque de inmersión de privación sensorial? ¿Drogas?
¿Y si no? ¿Sería posible que todo fuera cierto?
El Kerberos numero tres estaba adelante de él. Michael vio su coraza transparente. No sabía con certeza por qué no le destruía con la misma saña como con las que había destruido las puertas y a Milena. Ese pensamiento le llenó de rabia. Y entonces comprendió que el Kerberos estaba confundido. Quizás el cubo era lo que buscaba. Pero no importaba, el Kerberos ya había perdido la iniciativa.
Michael exclamó:
—¡¡¡AAHH!!!
Y se lanzó con todo el antivirus por delante. Lo accionó nada más entró en contacto con el Kerberos. Éste se estremeció, pero no pareció haberle causado la menor mella. Arrebatándole el antivirus con las manos, empujó a Michael hacia el suelo con facilidad.
Éste, desplomándose, alcanzó a ver con horror que el Kerberos estaba ya frente al cubo.
Sin pensarlo, Michael se levantó y se subió a la espalda del Kerberos, el cual, a su vez y sin problema, se lo separó de ella y sin soltarlo se lo cambió de mano y se lo sostuvo delante. Los pies de Michael no alcanzaban el suelo.
Los pensamientos de Michael se concentraron en Poincaré y en Sol. El Kerberos levantó la otra mano, listo a descargar el golpe. Michael cerró los ojos.
Algo pasó. Cayó al suelo y vio hacia arriba al gigante de seguridad, impávido. La duda lo invadió.
Una descarga eléctrica cubrió y fulminó el cuerpo del monstruo y así, simplemente, se derrumbó.
El cuerpo sin vida del tercer Kerberos se desplomó sobre Michael. Éste se cubrió la cara pero no hubo impacto ya que el agente desapareció antes de llegar al suelo. No hubo más que silencio. El cubo, seguía iluminado y su interior no dejaba de girar.
Michael, sólo hasta entonces, empezó a entender lo que había pasado. Volteó hacia arriba y miró la cara sonriente de Milena.
La agente de información estaba mal, o al menos eso parecía. Su cara se veía cansada, de alguna manera demolida y exhausta, pero aún se le observaba la intensidad que a Michael le había impactado desde el principio.
Michael empezó a decir, sonriendo:
—Sobreviviste, Milena, no lo puedo creer…
—Tú también…
—Milena, gracias.
—Olvídalo, Michael. Ahora sí, toma los tubos con las dos manos y cierra los ojos. Adiós, Michael.
—Milena, yo…
—Sssh. Bye.
Michael volvió a ver la sonrisa de Milena.
Su último pensamiento fue absurdo. Se preguntó en quién se habría basado Poincaré para crear a Milena…

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