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Aquí hay cine, rock, tv, historia, ciencia, temas de tendencias, comentarios de noticias, y mil cosas más que se me irán ocurriendo... Por otra parte hay más blogs, tengo uno de cuentos, otro es sobre las crónicas de nuestras guerras secretas, Además el de mis novelas, esos están allá a la derecha. Sean bienvenidos...

Friday, January 12, 2007

34. Milena



Los relámpagos seguían a lo lejos, cruzando las tierras rojizas de la muralla de fuego. Michael veía hacia el lugar vacío en el que su amigo acababa de desaparecer. «Como si mi amigo nunca hubiera existido», pensó, y al cabo de un segundo se sorprendió un poco. Suspiró. «Raro que le diga mi amigo a un ser que era sólo una esencia de software y reglas, corporeizada de manera digital… pero que era mi amigo al fin y al cabo, supongo…». Se sentía apesadumbrado en lo más hondo. Le invadió la sensación de consternación similar a cuando alguien muere o desaparece.
Se quedó viendo al Kerberos número 2. Ingenuo, pensó en que ojalá y que no despertara, como si eso bastara para que se cumpliera su deseo.
Miró hacia el horizonte, y luego hacia las estructuras. Había pasado tanto y apenas estaba en la mitad del camino. Pensó en Cecilio, en Belux, en la sonrisa demencial de Arlene, el virus arlequín…
Tendría que tener cuidado… y valor. Verificó la bolsa y empezó a caminar rumbo al velodeslizador. Tendría que ser deprisa, ya que podría caer en otro congelamiento. Esa era una amenaza que pendía sobre su cabeza debido a que sólo Cecilio era capaz de despertarlo de su freeze. Sin Cecilio sencillamente no habría despertar. Tuvo una idea: tendría el metaformato apuntado hacia él mismo para el momento en que sintiera la primera sensación de divagación y así causarse un daño lo suficiente para despertar.
También habría otros detalles más prácticos por las cuales sí preocuparse pero esperaba confiar en la filosofía intuitiva de Poincaré en cuanto a controles del velodeslizador y del navegador para llegar hasta LIZ.
Después de caminar un buen rato ya había dejado de ver hacia atrás, las huellas del camino de llegada de ellos mismos eran las que le servían ahora de guía para retornar al velodeslizador.
Se detuvo un momento para verificar su estado. Se repitió quién era y de dónde venía. Todo bien. El cansancio estaba presente, pero no le impedía estar atento y en sus sentidos. Para volver a andar volteó hacia atrás, ya de una manera más mecánica que consciente.
De manera increíble, el agente de seguridad número dos, el Kerberos, estaba detrás de él, justo a su alcance.
La rapidez, el despojo del metaformato y el golpe en la cabeza dado por el Kerberos a Michael, fueron todos en un segundo. Sin saber cómo, Michael ya estaba en el suelo desamparado con el Kerberos de pie frente a él.
Cerró los ojos, otra vez sintiendo que el desaliento se apoderaba con rapidez de su alma. Lo que era peor, ese desaliento le empezaba a obligar a su mente a divagar, como si el escaparse de sí mismo fuera lo único que le podría salvar. Además, ¿quién le garantizaba que no despertaría en el laboratorio y que no vería a Sri Sol, a Poincaré, y al doctor Mistral delante de él? Todos tranquilos y contentos. Era cierto, era un deseo que podía llevar a cabo en cualquier momento, ¿no?
Pero una voz muy adentro le decía que no, que estaba en la zona desconocida de la muralla de fuego y que delante de él estaba un Kerberos. En contra de su voluntad empezó a deslizarse. Todo era un túnel sin fondo… sin fondo…
Abrió los ojos por un segundo, quizás en su último esfuerzo de auto-obediencia corporal y, antes de poderlos cerrar, vio una escena que lo dejó atónito: dos figuras borrosas que estaban por encima de él, no sólo una.
Serían Kerberos, los dos. Pero no parecía que estuvieran enfrascados en una discusión para ver qué hacían con él.
No. Parecía que estaban peleando.
Cerró los ojos y se dejo abandonar. La voz de alguien parecida a Cecilio, pero con tonos como de mujer, mas agudos, le recordó una vez mas a Sri Sol…
Abrió los ojos, y de inmediato creyó desvariar. Por alguna razón estaba dentro del velodeslizador viendo hacia atrás, hacia popa, y éste avanzaba, sentía la brisa, tal vez no mucha, pero ya era algo. La muralla de fuego, las estructuras, todo parecía haber quedado atrás. Michael se quedó tan aliviado de lo sucedido. Cecilio le tendría que contar todo.
Cecilio. Pero… Cecilio estaba muerto…, ¿no? O si no, desaparecido. No habría podido regenerarse… ¿verdad? ¿O sí?
¿Qué estaba pasando?
«¡Cecilio se recuperó!» Michael pensó, en confusión. Sí, tenía que ser, su amigo agente digital lo había salvado de manera inesperada. Eso debió haber sido. ¿Quién más?
Se incorporó con pesadez.
—¿Cecilio?
Había un ser, sí, pero no era Cecilio. Empezando porque éste ser tenía cuerpo de mujer.
—¿Quién eres tú?
Ella volteó. Una mujer atractiva, pero sin llegar a bella, pelo largo, liso y de color negro, nariz un poco grande pero de cierta extraña manera atrayente, ojos grandes, vestida con traje de faena de un color gris indefinido, se sonrió y le dijo.
—¿Yo? Soy un regalo de Poincaré, para ti.
Michael estaba totalmente asombrado.


En la Matriz: T menos dos

—¿Quién eres? O debería más bien preguntar: ¿qué eres?
La respuesta no se hizo esperar.
—Me llamo Milena.
Su voz era suave, agradable.
—¿Milena? ¿De dónde se le ocurrió a Poincaré tal nombre?
—No sé… Lo relacionó con un tal Kafka…
—Kafka… Me duele la cabeza… ¿Qué pasó? ¿Y el Kerberos…? Me golpeó... Todavía faltaba mucho para llegar aquí… —se volteó alarmado—. ¿Y el antivirus, el metaformato y el metapassword…?
—No te preocupes… aquí los tengo. Primero las buenas noticias. No soy un duplicado de Cecilio. Pero sí soy un agente de información, en este caso, el de respaldo. Mi... esencia, yacía aquí mismo en el velodeslizador. En el momento antes de la desaparición de Cecilio, éste alcanzó a transmitir un mensaje hacia acá que disparó el proceso de mi creación… ¿Cecilio no te dijo nada?
—No, creo que no le di tiempo o tal vez no consideró que fuera necesario. ¿Qué pasó luego?
—Me di a la tarea de ir a tu encuentro. Creo que ya sabrás que sería casi imposible la tarea de salir de aquí por tu propia cuenta. Bien, pues esa es la razón principal por la cual Poincaré preparó el respaldo, por si le pasase algo a Cecilio, lo cual estoy comprobando, me temo.
A Michael le daba vueltas la cabeza. Milena siguió hablando:
—Te encontré a tiempo como para salvarte de tu freeze y de tu encuentro con el Kerberos, el número 2, me parece… forcejeamos un poco y lo alcancé a destruir con la ayuda del metaformato. Luego te cargué y volvimos aquí.
—¿Tú sola? Pensé que se necesitaban dos para destruir a un Kerberos…
—Sí, pero éste ya estaba dañado, no fue problema. El problema ahora es el Kerberos tres…
—¿El Kerberos tres?
—Yep. Éste apareció aquí mismo. En el velodeslizador.
Michael no podía dar crédito.
—¿Aquí? ¿Y qué paso?
—Bueno, pues yo llegué aquí contigo y te deposité ahí en donde despertaste. Vine a los controles, puse en marcha la nave y ahí me atacó. Me imagino que me siguió o que buscó un atajo o que el Kerberos dos le avisó… no lo sé. Para esto, yo ya estaba preparada y no me costó mucho tumbarlo. Luego rápido se levantó, me atacó y me empujó… yo creía que venía hacia mí pero me evitó y… por eso son las malas noticias… se fue de lleno con los controles del velodeslizador y empezó a golpearlos. Forcejeé con él y pude aventarlo hacia abajo por la puerta, que seguía abierta, aprovechando que ya estábamos avanzando un poco… allá quedó.
—¿Cuáles son las malas noticias?
—Como ves, sí podemos navegar. El problema es que las bitácoras están inservibles… —Michael se sobresaltó—. Eso quiere decir que podríamos ir de canal en canal por los ciclos de los ciclos, así sea, sin poder llegar a nuestro puerto de comunicaciones origen...
—Estamos perdidos, entonces…
La voz de Michael fue casi un susurro. Dijo Milena:
—Bueno, en realidad es un poco peor que eso, Michael.
—¿Por qué es peor?
—Creo que no contamos con el tiempo que quisiéramos. Tú no puedes estar por más de dos minutos más de tiempo real aquí. Según veo ya estás sufriendo desconectes, o freezes, de tu conciencia más seguidos, eso quiere decir que estás llegando a tus límites, así dicho sin más…
—¿Entonces sí que es peor? ¿Qué, no hay salvación?
—Así parece. Por el momento…
—¿Que quieres decir con «por el momento»?
—Bueno, no nos vamos a quedar aquí, tenemos que avanzar y lo vamos a hacer. Veamos, el velodeslizador está dañado en su sistema de orientación y navegación… pero puede avanzar…
Milena hizo una pausa antes de continuar.
—La situación es clara, Michael, el velodeslizador, el cubo de cristal de memoria, tú mismo, yo… no vamos a poder salir de aquí solos…
Michael sintió que había saltado de la sartén al fuego.

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