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Aquí hay cine, rock, tv, historia, ciencia, temas de tendencias, comentarios de noticias, y mil cosas más que se me irán ocurriendo... Por otra parte hay más blogs, tengo uno de cuentos, otro es sobre las crónicas de nuestras guerras secretas, Además el de mis novelas, esos están allá a la derecha. Sean bienvenidos...

Friday, January 12, 2007

32. Descenso



Michael se asomó con curiosidad hacia la abertura.
—Con cuidado —le advirtió Cecilio.
Michael miró hacia el interior y dijo, sorprendido:
—Esto está iluminado…
—Sí. Debe ser automático o es otra metáfora visual —Cecilio agregó—: Al parecer es una gran rampa descendente… ten cuidado.
—No hay problema… mejor pasa tú primero...
Así lo hizo Cecilio. Michael le siguió.
Era un gran corredor que bajaba de forma apreciable. Tanto el techo como el piso eran de color ocre, igual que el exterior de la estructura. Pero sus paredes eran de un color crema y parecían ornamentadas. A Michael le pareció que contrastaban con el tono adusto exterior.
Habló Michael:
—Ajá. Parece que esto está largo… Déjame me sostengo de las orillas —tanteó la superficie—. ¿Qué es esto?
Michael, examinando uno de los ornamentos, vio que tenía un contorno de un cuadro grande y que dentro de éste había un símbolo o dibujo justo en el centro. Observó cómo el patrón se repetía, en grupos de tres en tres cuadros, a lo largo del corredor. Siguieron bajando. A cada tanto se veía un pasillo que cruzaba con el corredor principal.
Michael dijo:
—Los cuadros son como cajones… muchos —completó para sí mismo—: me siento caminar dentro de una morgue…
Más abajo, la galería descendente se empezaba a curvear de manera más perceptible y pronunciada.
En pocos pasos después, al voltear atrás, Michael dejó de ver la entrada, oculta detrás de la curva. Los pasillos perpendiculares no hacían más que complicar la escena. Todo quedaba en ángulos arqueados, lo cual, en su mente ya abrumada, le causaba una imagen confusa y distorsionada del lugar, al no haber aristas rectas apreciables.
Cecilio lo notó.
—Despacio, Michael.
—Si… esto llega a marear… Oye, Cecilio, ¿tienes idea de qué pueden ser los signos y dibujos que están en cada caja?
—¿Los iconos? No lo sé, representaciones de alguna especie supongo…
Los dibujos eran de muchos tipos. Había estrellas, números, claves, letras. Por primera vez Michael sintió confianza en que lo que buscaban no era del todo una tarea imposible.
—Es cierto… representaciones… ahora sólo queda adivinar… ¿cómo saber qué es lo que buscamos con exactitud?
—Eso dímelo tú, Michael…
Empezó a hacer el esfuerzo. Tenía que pensar. Pero al mismo tiempo comenzó a sentir que le faltaba un poco el aire. Se concentró en inhalar de manera profunda, esperando que esa sensación fuera pasajera. Después de que le entró el aire en los pulmones olvidó la sofocación.
Cecilio, sin notar nada, le preguntó:
—Muy bien, ya estamos aquí y hay muchos cajones... ¿Qué hacemos?
—Espera, Cecilio, no me apresures…
El ritmo de pensamiento de Michael empezó a rayar en lo insano. ¿Cómo encontrar la información de Erasmo…? Tenía que repasar lo básico… ¿era concerniente a México? Sí. Exacto. El icono podría ser un escudo de águila y serpiente… No, quizás eso sí era demasiado obvio. Podría ser algo con el número «68» o tal vez en romano: «LXVIII».
Presentía que el tiempo se le estaba acabando. Se estaba presionando. Tenían que seguir buscando iconos. Empezó a detenerse a ver cada uno, con cuidado, para no equivocarse. Su desesperación ya era por demás evidente.
Cecilio le dijo:
—¿Tienes una idea, Michael, del tiempo que nos llevaríamos si nos pusiéramos a examinar a conciencia cada uno de los cajones?
—No sé. Mejor dime, ¿podremos extraer la información de ahí?
Cecilio se encogió de hombros.
—Sí, no creo que tengamos problema. Pero recuerda, insisto, no tenemos mucho tiempo…
Michael siguió pensando: «Podría ser acaso el mapa de México…». Se detuvo en un cajón con el viejo símbolo soviético. «Podría ser una hoz y el martillo como ésta, pero no, es muy general, debería ser más específico…». Dio un vistazo rápido a lo largo. «Exacto, y de la hoz y el martillo puede haber cientos y cientos».
Cecilio habló:
—Según lo que me dices, buscamos algo que tiene que ver con el México en 1968, por tanto, puedo sugerir que si nos circunscribimos a ambos criterios de selección entonces podremos adelantar y ni siquiera ver los referentes a otros temas… ¿lógico, no? Veamos, en este sector, los iconos son mapas, ¿éste de que es?
—De Africa…
—Bueno, pues por aquí hay bastantes de esos. Saltémoslos.
Michael seguía reflexionando: «Nuestra época clave son los años sesenta... Veamos: ¿cómo retratar en un signo una información que yo mismo desconozco?». Michael se estaba desesperando aún más. Por un lado sentía que la sofocación que, o estaba volviendo, o no se había ido del todo. Aún más, le empezaban a punzar los oídos conforme bajaban más en el corredor... De origen psicológico o no, empezó a sentir una presión física aparte de la emocional. «Presión, me gusta trabajar bajo presión, pero no de manera tan literal…».
Siguió pensando:
«A ver, pensar, pensar, ¿quién hizo todo esto? Los americanos... Okey. La premisa es que son depósitos de información... Okey. Archivos olvidados… Archivos muertos... Okey. Es su dudoso y manipulador punto de vista representado aquí… Okey. De cualquier manera hay mucha información sensible ya sin sentido, aunque a lo mejor lo tuvo en alguna época… Okey. Lo que sí ya podría descartar serían los relacionados con Vietnam… los de los negros… esos eran asuntos fuera de nuestro país, exclusivos de los gringos…
»¿Cómo relacionar…? ¿Cómo hacer aparecer Tlatelolco? ¿La Secretaría de Relaciones y los Tratados de Tlatelolco De No Proliferación Nuclear de 1967? No. Demasiado lateral y fuera de foco.
»¿Cómo nos representarían? Sarape, sombrerito, nopal, burrito… Burdo y obvio.
Las ideas le venían una tras otra en rápida sucesión:
«A ver, veamos por esta otra línea: 1968... Okey. 1968... Desestabilización supuesta... Complot Comunista... Okey. 1968… Muerte de Robert Kennedy… Muerte de Martin Luther King… Mayo en Francia… Okey. Invasión en agosto en la antigua Checoslovaquia... Okey. Movimientos estudiantiles… Olimpiadas de México... Okey. Tlatelolco. Olimpiadas. Tlatelolco. Olimpiadas. Fuego Olímpico. Sangre. Olimpiadas. Olimpiadas...
«Estaba claro que México y las Olimpiadas fueron si no claves para el mundo, sí algo importantes, ¿no? Y… ¿cuál es el símbolo de la Olimpiada? Los aros, claro está. Y la flama olímpica... Y los aros mismos… los círculos de las Olimpiadas… ¿Qué es lo que había dicho Erasmo?
»Esas Olimpiadas dejaron una tradición terrible de violencia, los alegres aros olímpicos, símbolos de las juventudes de todo el mundo, dieron su lugar a… círculos negros de fría barbarie…
¿Y qué había dicho Doménic?
«Michael, estos grupos de elite, no son los círculos oscuros que dicen las leyendas… son aros de luz que iluminarán al mundo… Círculos negros, círculos oscuros… podría ser. Intuición o inspiración… podría ser…
Exclamó:
—¡Ya creo… que lo tengo, Cecilio! ¡Puede ser que se trate de los aros olímpicos! ¡Es más, te podría apostar a que el dibujo o icono que buscamos va a ser algo parecido…!
Su voz sonaba excitada. Continuó:
—Ya sabes, ¿no? Los cinco aros, tres arriba y dos abajo, todos haciendo una intersección… Y también te apuesto a que deberán ser negros u oscuros. Esos son los que debemos de buscar…
Cecilio pareció pensar y asintiendo, dijo:
—Suena bien en ese caso, Michael, aunque yo te sugeriría que…
El golpe fue con todo, tanto, que hasta fue capaz de tumbar a Cecilio hasta el suelo. Michael se petrificó como si hubiera visto a un fantasma. Delante de él estaba un gigante como de dos metros, aproximándose…
La cara de éste era sin definición, como si fuera una máscara sin rasgos humanos reconocibles. Alto y fornido, su caminar era firme y sólido.
En forma instintiva, Michael se hizo para atrás anteponiendo la mayor distancia entre él y su contrincante... si eso se pudiera decir que era.
De inmediato supuso que era un agente de seguridad. El Kerberos. Comprobó con un pequeño alivio que no parecía traer más armas que sus manos. Pero el pensamiento no le tranquilizó mucho.
«Eso le es más que suficiente». Michael concluyó que no había más escapatoria que seguir hacia abajo en el pasillo descendente. Además, debía pensar rápido, no podía dejar a Cecilio allá atrás.
¿Cómo hacerle frente? Para aumentar su desesperación, se acordó que él traía sólo el metapassword mientras Cecilio traía el metaformato.
«¿Será suficiente el metapassword?». Tendría que ser. Michael estaba retrocediendo cada vez más y cayendo en franca zona de pánico.
Ya no tenía más espacio. El ser digital de seguridad se adelantó más. De manera lenta, Michael sacó de su mochila el arma que podría abrir puertas y se preguntó si ejercería algún efecto contra la corpulencia del Kerberos.
Éste estaba muy cerca. Cuando estuvo al alcance de la descarga del metapassword Michael lo accionó. Salió un fulgor eléctrico que pegó en el pecho del Kerberos. Éste vio cómo el impacto le enrojeció su pecho de una manera extraña y cómo un instante después lo empujó hacia atrás de un modo sorprendente. El agente se impactó de forma aparatosa y dio con la espalda en una pared quedándose recargado, quieto.
Michael fue hacia Cecilio.
Éste se iba levantando sin prisa, mal herido al parecer.
—¿Qué te pasó?
—Peor que con los virus y que con Belux…
—Te ves bien… —Michael mintió para tratar de alegrarlo, sin razón lógica alguna.
Vieron al Kerberos recargado en los archiveros.
—¿Crees que lo destruí? —Preguntó Michael.
—No lo sé…
Michael intentó acercarse al Guardián, con cautela, tratando de percibir el menor movimiento pero no fue suficiente.
El agente de seguridad movió la cabeza como despertando. Acto seguido abrió los ojos, se incorporó de inmediato y atacó.
El impulso del Kerberos fue rápido y se lanzó como empujado por una rabia profunda, directo hacia Michael. Éste, cerrando los ojos, tuvo tiempo de empujar hacia un lado a Cecilio, para salvarlo al menos del golpe.
Por lo mismo, Michael no estuvo preparado para encajar el choque de frente y tampoco pudo evitar el impacto de su espalda contra los cajones del pasillo, dado lo estrecho. En su estado de confusión, no alcanzó a impedir que su cuello fuera aprisionado por las manazas del gigante.
Michael sintió cómo el aire le empezaba a abandonar. Al mismo tiempo, su tráquea empezaba a dolerle de manera infinita. Sus propias manos trataban de detener de manera infructuosa el cierre de las manazas convertidas en gigantescas pinzas alrededor de su cuello.
Es en esos momentos cuando un individuo, por sentirse sin remedio, indefenso y débil, empieza a convencerse de manera natural de que lo único que le queda es entregarse y rendirse esperando el alivio seguro que vendrá de inmediato.
Cuando Michael estaba ya a punto de desfallecer, tuvo una vaga conciencia de cómo sus manos perdían las pocas fuerzas que le quedaban para impedir que las del Kerberos le apretaran más… hasta que descubrió que las manos de su captor, contra toda lógica, dejaban de ejercer la terrible presión sobre su cuello.
Las manos del agente de seguridad abandonaron el cuello de Michael. Éste se dio cuenta de como el agente desaparecía de su vista, aún y que su mirada estaba fuera de foco, teniendo que normalizarla antes de hacer nada más.
Cuando por fin pudo ver bien, alcanzó a divisar cómo el Kerberos de seguridad se transparentaba hasta desaparecer sin aspavientos en el suelo de una manera extraña y sobrenatural.
Michael se recargó en una de las paredes respirando con dificultad y masajeándose el cuello. La tráquea, laringe y demás, le dolían de un modo terrible.
Cecilio se veía maltratado, pero contento, frotándose el brazo que cargaba un objeto.
—Es bueno el metaformato ¿verdad? —Le dijo.
—Te lo agradezco... No tienes idea… de lo que te lo agradezco…
—Para eso estamos, Michael…
—¿Tú, Cecilio, como estás?
—Bien…
Michael no quedó muy convencido.
—Nada más consigamos la información regresaremos a la nave y ahí te recuperarás…
Miró hacia donde había caído el Guardián. Preguntó:
—¿Qué se hizo el tipo?
—Desapareció… fue borrado —el tono de la voz de Cecilio era distraído, como si nada importante hubiera pasado.
—¿Cómo… lo hiciste? ¿Con eso? —Señaló al arma.
—Tú me ayudaste al distraerlo, Michael. Este agente de seguridad es de los más difíciles que puedes esperar en estos lugares. Son muy fuertes y poderosos. No sé si yo sólo hubiera podido, pero tú ya le habías dado una descarga con el metapassword y eso lo dejó débil, supongo. No mucho, tal vez, pero sí lo suficiente como para que yo me pudiera recuperar…
Michael cerró los ojos. Todavía le dolía mucho el cuello.
—Creo que… me empezó a ahorcar, creí morir... Ni siquiera con el Mesteño tuve tal sensación… de abandono. Fue muy raro. Como si hubiera querido dejarlo… todo.
—No importa… ya estás bien, ¿no?
Michael se frotó el cuello.
—Esta metáfora es… bastante realista… en lo que a dolor se refiere…
—Si, eso parece. Tienes marcas en el cuello. ¿Ya estás bien?
—Creo que sí. Me siento mal, como drenado en sentido… emocional o mental. Como si él de alguna manera… —señaló hacia el piso—, me hubiera advertido de que todo lo que estaba haciendo para defenderme fuera inútil… todo inútil…
Estaban los dos parados en el pasillo. Cecilio se le quedaba viendo como si estuviera comprendiéndolo. Quizá lo estaba haciendo.
—Cecilio, ¿en dónde nos descuidamos?
—No, Michael, no creo que haya sido descuido, el Kerberos está diseñado para eso, para defender lo que le ordenaron…
—Es bueno que lo hayas… ¿borrado, dijiste…?
Cecilio meneó con la cabeza.
—Michael, no creo que esto se haya terminado…
—¿Por qué?
—Porque los agentes de seguridad, o Kerberos, nunca andan solos. Puede que haya otro… u otros.

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