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Aquí hay cine, rock, tv, historia, ciencia, temas de tendencias, comentarios de noticias, y mil cosas más que se me irán ocurriendo... Por otra parte hay más blogs, tengo uno de cuentos, otro es sobre las crónicas de nuestras guerras secretas, Además el de mis novelas, esos están allá a la derecha. Sean bienvenidos...

Friday, January 12, 2007

29. El Sueño



Michael caminaba por uno de los canales salientes del nodo comunicante. No se alcanzaba a ver nada más que la mortecina luz neón de color verde proveniente de uno de los tubos. Mirando hacia el nodo comprobó que estaba totalmente destruido. Salía humo y aparecían y desaparecían llamas. La visión de los despojos saltando por los aires era lo que más le llamaba la atención. «Yo no pude causar toda esa destrucción», se dijo Michael.
Donde recordaba que había habido sonidos maquinales de forma rítmica, ya no se escuchaba sonido alguno... aparte del pequeño zumbido que de tan fino, pero perceptible, desorientaba. Por más que Michael se empeñaba en buscar su origen, volteando su cabeza en distintos ángulos, no lo encontraba. El sonido estaba en todas partes. Al cabo de un rato, con horror se dio cuenta de que el sonido estaba dentro de sus oídos.
Razonó que eran sus oídos los que estaban creando un sonido imaginario quizá para evitar caer en la desesperación del silencio de la total soledad.
Por más que trataba de recordar que él era un ser vivo de «afuera», de allá de donde brillaba el sol real, le era imposible evocarlo.
De repente las luces lo inundaron todo. Ahora él se encontraba frente al Mesteño, la Bestia, más feroz y despiadado.
Se sintió lleno de mareos y con una desorientación terrible. Pensó en gritar «¡Cecilio, cuidado!», pero su voz no salía de su boca y sintió la total certeza de que Cecilio nunca lo alcanzaría a escuchar. Una terrible angustia comenzó a paralizarlo. El terror, producto de saber que estaba sólo frente a la Bestia, lo invadió.
La Bestia avanzaba hacia él con paso firme. Michael alcanzaba a ver desde donde se encontraba el rojo de los ojos de la Bestia. Estos, implacables, también le eran irresistibles de extraña manera.
Michael sintió cómo su pulso se aceleraba de un modo misterioso, ya que en algún lugar de su conciencia actual «recordó» que su cuerpo real estaba quizás allá, a miles de kilómetros de distancia a través de una no-substancia digital eléctrica.
Sin embargo, la sensación conocida de pulso que se acelera era inequívoca. Si Michael hubiera tenido antecedentes cardiacos hubiera estado a punto de tener un infarto.
Aguardó a la Bestia paralizado, queriendo cerrar los ojos sin poder lograrlo. Contra lo que esperaba, la Bestia se pasó de largo. Él quiso voltear la cabeza para ver hacia dónde fue o por qué lo había esquivado, pero ésta no le pudo obedecer.
Empezó a caminar a ciegas, con una niebla verde que ocultaba el paso. Atrás, el nodo comunicante, destruido en su totalidad. Delante de él, pequeños y humeantes cascajos de metal vueltos chatarra, casi reducidos a polvo en algunos casos y reunidos de manera caprichosa, le aparecían al paso.
Una extraña brisa empezó a soplar. Michael la sintió leve, rozándole al principio en su cara. La neblina verde empezó a disiparse. Volteó hacia atrás con el temor de encontrarse a la Bestia. No la vio. En lugar de tranquilizarse lo preocupó más, como si el sólo hecho de saber dónde estaba el monstruo pudiera neutralizarlo. No siendo así, su temor aumentó.
Algo pasó, un temblor, un relámpago. Todo entró en marcha, todo se activó. El sonido. Los ritmos. Los paquetes empezaron a llegar al nodo comunicante que de la nada apareció reconstruido y flamante frente a él. Michael intuyó, ahora con horror, que los grandes paquetes no contenían datos sino una substancia oscura, espesa y opaca.
Se trató de alejar pero se detuvo en seco. En el suelo a poca distancia yacía Cecilio, al parecer sin sentido. Acto seguido se dio cuenta que la sustancia espesa y nauseabunda se estaba desbordando de sus contenedores y que, de algún modo, Cecilio estaba en el camino del flujo de la repugnante substancia.
La sustancia le recordó a Michael una forma extraña de lava. Se dio cuenta de que debía correr hacia Cecilio para tratar de salvarlo. Sabía que podía hacerlo, estando tan cerca. Lo conseguiría.
Pero empezó a correr sin avanzar. Todo empezó a distorsionarse. Reconoció, haciendo acopio de su sentido común, que se estaba moviendo en cámara lenta mientras que la lava oscura seguía avanzando en tiempo normal, rebasándolo y llegando al cuerpo inerte de Cecilio.
La sustancia empezó a cubrir a su amigo. Michael sintió la desesperación e impotencia de saber que no llegaría a tiempo. Lo último que la materia oscura dejó sobresalir de Cecilio fue su cara. De repente, Michael vio incrédulo cómo éste abría los ojos y cómo le sonreía de una extraña y obscena manera. Michael ahogó un grito.
Todo se disolvió.
Ahora estaba totalmente solo. Las luces refulgentes como neón se fueron apagando. Sus tranquilizadores resplandores se fundieron con la oscuridad. De las sombras se apareció Belux, o más bien, sus restos casi irreconocibles.
Belux se le acercó diciendo con tono malicioso:
—Quédate conmigo, mensajero… Acompáñame, el Big Crunch está cerca… ¿Te quedarás conmigo, cabrón?
Michael no podía moverse ni un centímetro. Cerró los ojos. Su corazón palpitaba con mucha fuerza, como queriendo salírsele del pecho. Sentía correr el sudor por su rostro. Sabía que Belux estaba pegado frente a su cara. Sin poder tener el control de su cuerpo no podía moverla hacia ningún lado. Su desesperación ya era absoluta.
«La neblina verde había desaparecido…», pensó. «Camino y no encuentro nada. El infierno… el camino al infierno… es el que está empedrado de buenas intenciones. El camino hacia la sección 3400 de la Matriz está empedrado de… ¿desechos tóxicos?»
Abrió los ojos temiendo lo peor.

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