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Aquí hay cine, rock, tv, historia, ciencia, temas de tendencias, comentarios de noticias, y mil cosas más que se me irán ocurriendo... Por otra parte hay más blogs, tengo uno de cuentos, otro es sobre las crónicas de nuestras guerras secretas, Además el de mis novelas, esos están allá a la derecha. Sean bienvenidos...

Friday, January 12, 2007

24. Imabinarios



En la Matriz: T menos dieciocho

Habían entrado en una zona donde se unían varios de los canales de comunicación. Para mantener el bajo perfil que había sugerido Poincaré y para no llamar la atención de monitores suspicaces, utilizaban los canales alternos con anchos de banda más angostos y, por lo mismo, velocidades más lentas. A la corta distancia Michael divisó algo que le llamó la atención.
—Cecilio, baja la velocidad, por favor.
Cecilio obedeció en automático. El velodeslizador digital descendió su velocidad crucero sin esfuerzo visible y sin trazas de inercia mecánica alguna. Al navegar a un nivel tan inferior, Michael alcanzaba a ver sin problemas algunos objetos desordenados en el fondo, en lo que vendría a ser el suelo.
Michael apuntando, preguntó:
—¿Qué son esos, Cecilio?
—Al parecer son datacápsulas sobrevivientes de colisiones —dijo Cecilio.
—Colisiones —repitió Michael.
—Sí. Parece que este sector forma parte de un nodo comunicante, tú sabes, los nodos que no son computadoras propiamente dichas, sino más bien son enrutadores o puentes, o nodos de acceso a algún nodo troncal importante. Es común que una gran cantidad de información fluya en muchos sentidos y, por lo mismo, no es raro que haya colisiones de vez en cuando. Casi siempre se destruyen al contacto violento y no quedan rastros, pero se dan casos anómalos en los que sólo quedan… estos objetos.
—Datacápsulas que nunca llegarán a su destino… —reflexionó Michael—. Supongo que eso puede ser trivial… Digo, en la suma de todas las cosas es trivial, pero interesante a fin de cuentas.
—En este momento podría ser trivial como dices, pero es probable que algún día haya demasiados de estos despojos de datos por tanta colisión, que provocarán que se cancele esta ruta de comunicación.
—¿No hay mecanismos de limpieza?
—No. El caso normal es que las colisiones provocan que las datacápsulas o paquetes se destruyan de manera instantánea.
—¿Y éstas por qué sobrevivieron?
—No lo sé. Siempre hay una excepción a cualquier regla. Con cada día que pasa esto va a tener más y más desperdicios. Recuerda que en algunos casos las datacápsulas no llegan a figurar. Son formas de datos muy elementales.
—Pero si sólo son conjuntos de bits y bytes —apuntó Michael—. Unos y ceros. Lo que me podría llamar la atención es que no existen en forma de materia. Que casi son… seres imaginarios.
—¿Seres imaginarios? ¿O seres imabinarios?
Michael no contestó y Cecilio continuó:
—Todo esto es así en esta parte de este universo, además, en alguna parte alguien de ustedes decidió que habría que guardar las direcciones caídas o inconclusas en tablas. Esto puede estar relacionado con que los… despojos nunca se borrarán. Es el desperdicio normal del universo digital.
Michael dio una mirada a su alrededor. Dijo:
—A mí me parece que esta ruta se está «dataarterioscleroticando».
—Sí, supongo que así le puedes decir…
Michael vio que había movimiento alrededor de algunas de las cajas. Antes de preguntar el agente de información se le adelantó:
—Esos que ves allí son datos sobrevivientes con toques de agentes de información provistos de funciones primitivas. La metáfora visual gráfica en la que estás integrado te los permite ver de esa manera, ya sabes. Vas a escuchar desde tu punto de vista a los que tengan algún mensaje coherente.
Michael tratando de hacer un esfuerzo de entender sin ningún resultado palpable, volteó hacia Cecilio. Éste miraba hacia otra parte como si estuviera en estado de concentración.
—Cecilio, tú estás oyendo algo —era una afirmación.
El agente de información salió de su trance momentáneo. Levantó una mano para indicarle a Michael que tratara de escuchar. Éste enfocó toda su atención a sus oídos.
El sonido era triste e indescriptible. Como el eco de un eco grabado al revés en baja velocidad. Un zumbido a veces largo y lánguido. Para Michael la sensación fue deprimente. Se preguntó si Cecilio se sentiría igual al respecto. Cecilio, se adelantó y dijo:
—¿Sí oyes? Con un pequeño esfuerzo se puede escuchar un sonido bastante alucinado…
—Como si fueran quejidos, ¿no?
—No, no es algo trágico —señaló Cecilio a su alrededor—. Sólo son señales audibles, datos sin sentido.
—Cecilio, creo que puedo oírlos. Puedo entenderlos.
—Michael, yo creo…
Michael se puso el dedo índice sobre su boca, ordenando a Cecilio a guardar silencio.
—Shhh.
El zumbido fluctuó en un sentido. Como si el sonido hubiera estado ahí siempre y, en un raro instante, hubiera concedido hacer un favor y se hubiera acomodado sobre algún eje familiar, claro de repente e insospechado, listo para ser interpretado por un oído atento. Eran voces que de inmediato empezaron a adquirir orden y sentido. Éstas venían desde las cajas u objetos del suelo en movimiento. El velodeslizador pasaría por encima de ellas en cualquier instante, como flotando.
De una caja color rojo desvaído que pasaba por debajo de su costado derecho, se escuchaba una voz en tono bajo, vibrante, como en oración tipo mantra hindú:
—Este e-mail tiene urgencia… este e-mail tiene urgencia… este e-mail tiene urgencia…
Más allá, una cápsula informe color verde con rayas blancas borrosas que desaparecían, inconclusas. De ahí se oía envuelto como en un murmullo:
—D-d-disculpe, s-s-sabe usted do-do-donde es-ta-ta-tá el no-no-nodo THOR-24, bu-bu-busco el nodo-do THOR-24…
Michael no trataba de entender, sólo escuchaba. Todo le parecía una alucinación total.
Una voz en un tono más agudo se abrió delante de él, callando a las demás, como si estuviera en desesperación:
—¿Has visto el oscuro caer de los cristales de magnetita de los bancos de memoria por las tardes…? ¿No…? Sólo te puedo decir que es aberrante y verde… Mejor, precioso y verde… Mejor, arrasado y verde… Mejor aún, cerrado y verde... Siempre verde... Es maravilloso, simplemente maravilloso... Lo que tú digas…
Michael lo vio pasar de largo, no tenía forma reconocible, era negro como un carbón sin aristas perceptibles, sin reflejos y que sólo lo percibía de alguna manera agonizante. De repente, cansado, Michael ya estaba a punto de pedirle a Cecilio que reemprendiera la marcha a toda velocidad cuando escuchó una voz muy profunda y serena, como si de ella emanara una tranquilidad añorada:
—Ya no me queda nada más que esperar el Colapso… Ja-ja. Colapso, ¿sabes cómo va a ser el Magno Colapso…? Nadie cree en el Magno Colapso… No te preocupes… porque después de él nada quedará... Ni tú ni yo… no, nadie...
Michael se sorprendió. Tenía algo de sentido. Desde hacía un buen tiempo que no escuchaba la idea del Magno Colapso, uno de los mitos más antiguos que, de vez en vez, los autoerigidos profetas del Apocalipsis Digital lo presagiaban desde sus columnas periódicas, tribunas de conferencias y congresos, para asustar a los novatos y enfurecer de paso a los conservadores.
Se suponía que el Magno Colapso Electronaútico marcaba el momento de estar en paz con el Creador de la Verdad y de la Matriz, porque después no habría nada más. Era como caer al fondo del precipicio poblado de gigantescas serpientes del mar temidas por los antiguos marinos... Era el Juicio Final. Era el Big Crunch. La Big Nada. Era el Número Imaginario a la seiscientos sesenta y seisava potencia. Era la Oscuridad, el Gigalipsis, el Limbo, el Abismo, la Muerte Digital y el Infinito, que todos separados o en conjunto en forma de gigantesca y megamétrica ola arrastrarán a todos, creyentes y no creyentes, fieles e infieles. Sin misericordia y sin anestesia…
Michael pensó: Antes de que eso suceda, ojalá se tenga tiempo para respaldar archivos. Por si acaso. Sonrió. No era asunto que le asustara ni que le quitara el sueño. Lo que le hacía sonreír era que un triste dato sin identificación ni dirección final, atorado por toda una eternidad, o aeternidad, como diría Cecilio, en un oscuro y rutinario canal subalterno de nodo comunicante le trajera una reflexión sobre el Gran Final.
Dejaron por fin atrás a los despojos digitales.
Michael preguntó en voz alta, suspirando quizás a Cecilio:
—¿Qué seguirá después de esto?
Cecilio, en todo su ser animado de origen artificial, inteligente y hasta cierto punto autónomo, y consciente de que no existía en el término real de la frase ser o no ser, le contestó:
—Michael, con esto, entre comillas, te refieres a: Inciso a: ¿El Magno Colapso Electronaútico? Inciso b: ¿A la vida real? Inciso c: ¿A la vida real virtual? Inciso d: ¿A la ruta hacia donde vamos? O, finalmente, inciso e: ¿Es en realidad una pregunta capciosa o retórica que no tiene respuesta clara y definitiva a menos que se quiera entrar en temas cosmobiológicos o teológicos que nunca te dejarán satisfecho?
Michael meneó la cabeza de manera resignada:
—¿Qué te puedo decir? Tú sólo aumenta la velocidad. Sigamos. Allá. A la ruta.
Arriba de ellos, las luces de los grandes trenes llenos de paquetes y de datacápsulas individuales con peticiones en todos los sentidos, seguían interrumpiéndose sólo de vez en cuando con alguna colisión que despertaba imágenes impresionantes de choques, estallidos y chispas llenas de fulgores y de colores de todos tipos, magentas, rosas, celestes, amarillas.
Michael pensó que esas escenas de destrucción eran maravillosas.
No pudo evitar sentirse un poco culpable.
Seres imabinarios.
Michael ahora estaba fascinado. El camino seguía y seguía, y si volteaba hacia cada uno de sus lados podía ver que los horizontes laterales se curvaban lentamente hacia arriba. Los niveles arriba de ellos se sucedían unos tras otros. La velocidad era imposible de calcular al no haber punto alguno de referencia familiar. Viendo hacia arriba, percibió el fulgor del tráfico superior con los furgones de paquetes de diferentes colores, los cuales irradiaban una luz iridiscente que al pasar imprimía en su retina hacia todas partes, en múltiples colores. Era un espectáculo increíble e inusual… pero aún lo inusual pierde atracción cuando todo a tu alrededor ya lo es.
Michael respiró con pesadez. Más que un viajero, se sentía de repente como un peregrino en una búsqueda interior. Nunca se imaginó ser parte de este tipo de empresa. El velodeslizador digital a sus pies seguía muy cerca del suelo, en el canal, velozmente.

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