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Aquí hay cine, rock, tv, historia, ciencia, temas de tendencias, comentarios de noticias, y mil cosas más que se me irán ocurriendo... Por otra parte hay más blogs, tengo uno de cuentos, otro es sobre las crónicas de nuestras guerras secretas, Además el de mis novelas, esos están allá a la derecha. Sean bienvenidos...

Friday, January 12, 2007

26. Hacia el Nodo



En la Matriz: T menos dieciséis.

Michael sentía que debía relajarse un poco. Estaba agotado. Todavía no podía asimilar su reciente experiencia. Quizá después, cuando se la platicara a alguien más.
Cecilio empezó a hablar:
—Michael, he estado pensando, ¿te das cuenta de que pudimos morir?
Hizo una pausa. Continuó:
—Yo mismo pude morir, desaparecer… estoy perplejo, por decirlo así.
Al tratarle de darle ánimos se sorprendió a sí mismo el darse cuenta de que tuvo que reunir fuerzas para lograrlo.
—Tal vez sí, Cecilio, no lo sé. El encontrarme con seres que no sé si existen de manera real me impide dar un juicio, además, ahora prefiero ni pensar en eso, ya vamos retrasados.
Tanto la rectitud del canal por el que se trasladaban, como que el horizonte fuera de momento plano y sin detalles vistosos o atractivos, aburrían mortalmente a Michael. Quizá por lo mismo, el detalle sobre el esfuerzo que realizó para contestar se diluyó en su mente hasta olvidarse.
Cecilio también guardó silencio por un largo rato.


En la Matriz: T menos quince

Había pasado ya un buen tiempo. Michael pensaba que viajar por el velodeslizador era impresionante. Pero también sentía que el tráfico estaba muy lento. Podría haber muchas razones.
Por ejemplo, podría ser que hubiera en el exterior alguna nueva gran killer application, o algún nuevo videojuego, o una nueva película de éxito… Algo que estuviera generando el rumble rumble suficiente y que toda la gente afuera quisiera accesar en forma simultánea.
Lo que sí era evidente es que había mucho tráfico.
Había líneas moradas por las rutas congestionadas en algunos casos. Los demás niveles de por arriba y de por abajo estaban saturados por todos lados y de vez en vez se daba la colisión ocasional.
En otros lugares se alcanzaba a ver los datos desbordando sus canales correspondientes y de ahí, en orden, se iban hacia sus canales alternos de manera al parecer natural. Todo con una cierta gracia y equilibrio.
Los fulgores magentas, los brillos celestes, las luces verdes y las amarillas, refulgentes y radiantes como provenientes de luces neón, todas combinadas en un mosaico de colores deslizantes, silbando raudos, con una velocidad impresionante, la belleza hecha movimiento.
—Michael, ¿te interrumpo?
—No. ¿Qué?
—Según tú, ¿cómo vamos a llegar a Última Data Incógnita?
—Por la dirección que nos dieron, ¿no? La apunté ahí en la tablenet.
—También la tengo pero como que el velodeslizador no. Parece que los datos son insuficientes todavía.
Michael se quedó pensando por un segundo.
—Según esto… por lógica de aproximación… vámonos por el sector de las 4067.7889.3300 y luego de ahí vemos. La 3400 no podría estar muy lejos. ¿Tienes otra sugerencia?
—Bueno, yo sugeriría que podríamos ir hacia un nodo conector y ahí conseguir información real. Evitar en lo posible virus y demás.
Michael miraba hacia el horizonte oscuro lleno de ocasionales líneas trazadas en el aire sin que nada visible las sostuviera. Cecilio lo interrumpió:
—Los virus, Michael, los virus…
El aludido volteó a ver al agente digital.
—¿Qué? No te preocupes, no me vuelvo a bajar del velodeslizador sin la bolsa de herramientas… ya no les voy a tener tanta confianza a esos… seres. Todo aquél que se acerque deberá ser examinado desde una prudente distancia…
—No te van a pedir permiso, creo.
—Bueno, pero por lo que me dijo Poincaré de tus características, creo que tienes la habilidad de estar preparado para una eventualidad, ¿no? Él me hizo sentir que estaba muy orgulloso de ti...
—Si estás tratando de alegrarme, pierde cuidado, estoy bastante tranquilo a comparación del episodio anterior…
Michael tomó un semblante más serio.
—Pero pudiste desaparecer, tu individualidad iba a desaparecer. Lo sabes.
—¿La versión de lo que soy? Supongo que no tiene importancia, para mí al menos. Tu preocupación está en tu percepción de lo que yo represento para ti. Tú deberías estar más preocupado por ti, en todo caso…
—Cecilio, ¿por qué siento que alguien te programó para que me lo recordarás a cada rato?
—Lo siento, no volverá a suceder.
—No, no se trata de eso. Sí me entiendes, ¿verdad?
Al instante posterior de que lo dijo, Michael se sintió un poco incómodo. Sabía con quién estaba hablando y sabía que no estaba fantaseando.
Cecilio habló, despacio:
—Tú eres el que reaccionaría diferente con cada Cecilio que se hubiese mandado. Recuerda que soy un ser no vivo con conciencia que tiene un implante de reacciones aleatorias y, hasta cierto punto, impredecibles. Soy vida en todos los sentidos para ti, y supongo que eso te puede hacer sentir nervioso, el que algo me pudiera pasar. Recuerda, Michael, no te quedarías sólo. Hay una posibilidad de que me comunique con Poincaré y haga todo lo que esté a su alcance para ayudarte.
Michael se le quedó viendo a Cecilio, por un rato sin saber qué pensar.
Trataba de entender el universo digital.
Las estructuras de información coordinadas en un incesante ir y venir. Paquetes en busca de su destino. Todos con un fin determinado. Múltiples niveles de prioridades entrelazadas en todos los sentidos.
Y cuando se acercaban a los nodos comunicantes, la sensación del caos se apoderaba de las conciencias, pero esto era sólo forma, porque en el fondo las sensaciones de una perfecta armonía casi sobrenatural, seguían.
Los brouters, bridges-routers o puentes-ruteadores cumplían su función de manera expedita. Revisaban destinos, hacían conversiones de formatos, procesaban direcciones, corregían errores, prevenían desastres.
Uno pensaría en el fragor o estruendo de los paquetes moviéndose en incesante bamboleo, como en un gran puerto de embarque y desembarque.
Era todo un universo distinto, o era la idea de lo que Michael imaginaba como otro universo. Él mismo y Cecilio se estaban moviendo a la misma velocidad que los demás paquetes pero las ilusiones de la distancia lo eran todo en el mundo digital.
Sin direcciones de destino, el riesgo de perderse era grande debido a la cantidad gigantesca de canales alternos que coexistían unos junto con otros. Al contrario, ya con direcciones correctas, las posibilidades de extraviarse eran casi nulas, pero aún cabría que la Última Data estuviera en un nodo con una antigua dirección alterna también, o quizá lo peor, que el site mismo hubiera cambiado de lugar.
Y si ese fuera el caso…
La composición de todas las formas y figuras demostraban el orden y la organización que existía adentro de la Matriz y que dejaban a Michael extasiado.
Éste desde su niñez, siempre se preguntaba cómo funcionaba todo, y la Matriz no era excepción: la estructura de los canales de comunicación; las maneras en las que un paquete se trasladaba de un destino a otro; los incesantes cambios de nivel a nivel; el cómo esta estructura se mantenía flexible con el paso del tiempo, indiferente al crecimiento de los usuarios y al número también creciente de aplicaciones de la misma red.
Pero Michael también era del tipo aprehensivo. Sentía que la entropía estaba al acecho, siempre al acecho. Era como las personas que siempre piensan que el Fin del Mundo podría empezar el momento siguiente en que alguien, con un poder suficiente o influencia, se le ocurriera Apagarlo Todo…
Y eso en su pesadilla a veces era sólo un pequeño switch.
El Pequeño Switch del Colapso Final.
Michael recordó aquél anuncio que decía que de un solo árbol podrían salir cinco millones de cerillos y que con un solo cerillo encendido podrían quemarse hasta cinco millones de árboles (¿habría tantos árboles reunidos juntos en la actualidad?).
Un solo conmutador, una palanca, un control, una orden, un comando, ¿podrían terminarlo todo en un solo movimiento?
Por otro lado… ¿tendría alguna razón el desdichado paquete aquél acerca del Colapso Final? Michael meneó la cabeza, era todo una idea loca. Él, que conocía poco, sabía de los círculos de seguridad, anillos de prioridades, esquemas de regeneración, estructuras distribuidas, respaldos múltiples. La Matriz era un sistema que correría por muchos años, incluso después de que sus usuarios hubieran muerto. Siempre y cuando hubiera corriente eléctrica, sea cual fuera la fuente. Casi como un organismo viviente en ciertos sentidos.
¿Pero qué era la vida después de todo? Cecilio no estaba vivo pero, sin embargo, mantenía recuerdos, expresaba dudas, podría tener corazonadas; o la Bestia negra, el Mesteño, que siendo un virus asesino, un depredador digital, tenía un inesperado sentido del honor.
Por eso no dejaba de maravillarse ante la muestra del orden ante sus propios ojos.


En la Matriz: T menos catorce

Viajaron por largos trayectos interminables. La conciencia de Michael se daba perfecta cuenta de que, aunque en el tiempo que percibía en la Matriz habían pasado días enteros, afuera debían ser sólo pocos minutos reales.
Ahora los tonos predominantes de los colores de los paquetes y de las mismas vías y canales estaban corriéndose hacia el azul. Tonos morados, tonos celestes, tonos turquesa, a fin de cuentas, azul.
Michael se preguntó si eso quería significar algo. Las vías de comunicación tomaban otro contexto. Se sentía poco a poco llegando a otros ambientes. Debía estar alerta.
El canal se deslizaba de manera quieta pero rápida a los pies del también aparentemente quieto velodeslizador.
Michael vio una vez más hacia el canal al frente del vehículo. Buscó con la mirada el final que tenía ante sí, y una vez más también las líneas del canal convergían en un punto en el horizonte. El panorama hipnótico se sustituía ocasionalmente, como cuando se topaban con los canales alternos o canales entrelazados llenos de convoys con paquetes en busca de su ruta. Eso era lo único que les indicaba que en realidad sí estaban avanzando.
Más emocionante para Michael era la llegada a un nodo comunicante. Aparecían dentro del falso horizonte de vez en vez las grandes esferas llenas de racimos de tubos que salían hacia todas direcciones. Estos tubos eran los canales de ida y venida que llegaban de manera simultánea.
—Bien, Cecilio, ¿dónde estamos?
—Según el mapa, estamos en un área de nodos circundando las direcciones 3350… aproximadamente.
—¿«Aproximadamente»? ¿De cuándo es tu mapa?
—De hace tres días. Un poco anticuado, aún así, es el más actualizado que tengo. Y no es falta de orientación. No tienes la mas mínima idea del tamaño de la maraña cambiante de canales, nodos, sites, y demás...
—Ya ni me digas. Supongo que te entiendo. Pero no sabía...
Le completó Cecilio:
—Acuérdate que ciertas organizaciones esconden sus nodos comunicantes unos de otros, los traslapan, y los reacomodan. Canales que ya no funcionan, callejones sin salida... Eso sin contar que estos nodos siempre están cambiando de dirección y de prioridad...
—¿Cómo está eso?
—Sencillo, mira, cada nodo comunicante es un ente independiente que existe con una denominación determinada. Ese nodo puede servir como control de acceso, como amplificador de señal en ciertos casos, como traductor, e inclusive, como ente inteligente capaz de planear otra ruta cuando el canal principal de control avisa que hay nodos intermedios hacia la ruta final con problemas. De ese modo se designan nuevas rutas para los convoys diferentes de paquetes.
Michael se le quedó viendo, estupefacto. Cecilio continuó:
—No se te olvide que conozco de esto, digo, soy un agente de información.
—Es que, bueno, me sorprendo todavía… Okey, bien, ya que nos da igual, bajemos por… ahí…
Michael apuntó hacia una salida.
—¿Por ese canal lateral?
—Exacto, el de la derecha.
Descendieron.
La tremenda dimensión de la esfera ante ellos empequeñecía el canal de su acceso. Éste, con su casi insignificancia, para nada hacía mella al tamaño de los muchos canales enormes de gran capacidad, a través de los cuales llegaban ingentes cantidades de información en convoys llenos de paquetes.
Michael, en tono de respeto, dijo:
—Es impresionante.
—Yo agregaría, Michael, que es increíble…
Michael reflexionó, maravillado un tanto también, en la genuina posibilidad de la capacidad de asombro de un ente artificial. Señaló a su alrededor y exclamó:
—Esto debe de estar en un mapa, ¿no?
Cecilio revisó sus datos. Negó con la cabeza:
—No, Michael, no, no encuentro a éste nodo gigante —la voz artificial de Cecilio sonaba a decepción.
—¿Ya detectaste si tiene una denominación o dirección que lo defina?
—No.
—Pero tú me acabas de decir…
—Bueno, sí, que todos los nodos comunicantes tienen una denominación o dirección. Sí, pero los nodos normales, éste no lo es.
—¿Qué tiene éste de anormal?
—Mira, Michael, ¿cuánto llevamos viajando?
—No sé, días, creo, no lo sé con exactitud.
—¿Cuántos nodos de comunicación has visto?
—Varios, supongo. ¿Por qué?
—¿Cuántos de éste tamaño?
—Ninguno, éste es el primero.
—Ajá.
Michael repitió:
—Ajá. ¿Ajá qué?
—Eso, precisamente… que es también el primero que yo veo.
—Pero ya sabías de ellos, ¿no?
—Mmm… pues, sí.
La voz de Michael empezaba a sonar impaciente:
—Déjame ver si entiendo, tú sí los conoces, pero nunca los habías visto, ni están registrados en el mapa digital del universo conocido... ¿verdad?
—Por lo menos no en el mío.
—Y tu universo conocido es muy grande, ¿verdad?
—Sí, pero en este instante no tengo punto de referencia. No de momento.
—Pero, ¿sí tienes alguna idea de dónde estamos? ¿O no?
—Ahora que lo dices, sólo tengo la referencia digital, que asegura que estamos en el sector de los 3400. Pero nada más. Aparte de ahí no sé más. A mi modo de ver, insisto que esto es inexplorado.
—Inexplorado —repitió Michael tratando de contener su ansiedad.
—Sí, además, ¿ya viste el tamaño de esos convoys llenos de paquetes?
Michael los miró. Se le hicieron impresionantes. Y seguían llegando y saliendo con una frecuencia notable y no teniendo para cuando parar, ya que, al parecer, esas vías se veían muy congestionadas.
—Pero esto existe —dijo Michael, ya exasperado—, es muy grande y no sabemos dónde estamos y pues, deberíamos de saberlo, ¿verdad?
Cecilio, sonriéndole, preguntó:
—Bueno, ¿alguna idea?
Michael, como despertando dentro de otra pesadilla, explotó:
—Cecilio, ¡¡¿¿No se supone que tú eres un agente de información??!! —Michael levantó más la voz—: ¡TÚ! ¡ME PREGUNTAS A MÍ, SI TENGO ALGUNA IDEA…!
Michael caminaba alrededor de la nave. Seguía hablando en voz alta:
—¡No lo puedo creer…!
Cecilio, sobresaltado en todo lo que sus redes neurales podrían expresarse, contestó:
—Cálmate, Michael, cálmate. Ya encontraremos algo…
—¡No lo puedo creer, Poincaré! —miró al cielo o a lo que suponía que era éste—, estoy con un agente desorientado y que encima de todo me está consolando…
Suspiró. Pasaron varios segundos. Cerró los ojos y se los talló. Dijo:
—Bueno, ya me calmé, vamos a tratar de saber cuánto hemos avanzado, en cuánto tiempo y dónde podremos estar. Eso sí me lo puedes dar, ¿no? Detengámonos a verificar la posición.
—Buena idea, Michael, pero ya lo acabo de hacer.
—¿Y?
—Casi sé donde estamos, pero eso no importa… Lo que sí importa es que el nodo gigante que tenemos enfrente llena toda la descripción de ser un nodo secreto.
—¿Y eso qué es? —Se preguntó Michael—. Aparte de lo lógico, quiero decir. Del Gobierno, ¿no? Del de Estados Unidos, me imagino…
—Supongo que si fuera usado para datos, digamos, agrícolas o comerciales, o sólo de información burocrática, este nodo estaría localizado en un lugar público. Pero no, debe ser gubernamental y la información que procesa es posiblemente confidencial, de seguridad nacional o algo similar. Además, si juzgamos por el tamaño podría asegurarte que es un nodo de mucha importancia. Un nodo clave, vaya.
—O sea, que tal vez andamos en lo correcto a final de cuentas, ¿verdad?
—Así es.
—Bien, supongo que ahí debemos de encontrar la información correcta. Por otro lado, ¿no podría haber virus por aquí?
—No. Es poco probable, allí, en la esfera, de seguro habrá antivirus de muchos tipos. Mínimo tendrán una muralla de fuego virtual funcionando en toda la línea. Quizás, hasta ya nos examinaron, y nosotros ni lo supimos. Lo único que nos salva en caso de revisión exhaustiva es que el registro del velodeslizador es legal. Vehículo de transporte con dos paquetes. Con su permiso correcto y todo lo necesario.
—Puede que tengas razón. ¿Y… los riesgos?
Cecilio guardó silencio por un segundo:
—Estando en una búsqueda de información desconocida, que sólo reconoceremos en cuanto la veamos; sabiendo que estamos perdidos y que, aún así, debemos encontrar la pista de esa información en alguna parte; y que, por si fuera poco, estamos en medio de nada enfrente de un gigantesco nodo… pues, no sé, debe de haberlos, supongo.
—¿Es tan grande en realidad?
—Michael, viste los tamaños de esos canales de acceso, ¿sabes cuánto ancho de banda debe circular por allí? ¡Tal vez hasta terabytes!, ¡Cantidades inimaginables, ni más ni menos!
—Excelente, mmmh… —Michael hizo una pausa—. Y… ¿qué puede significar?
—Que la gente real de allá afuera que mantiene a esta esfera tiene tanto poder económico y de conocimiento como el que más, ya que ha mantenido a este descomunal armatoste fuera de todas las rutas conocidas… El conocimiento, Michael. Ahí adentro puede que se encuentre lo que buscamos…
Michael sólo se le quedó viendo tratando de entender.

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